lunes, 5 de marzo de 2007

VIDA Y MILAGROS DE CARLOS GARDEL, por Nelson Bayardo



CAPÍTULO I. EL LARGO PREÁMBULO

Si se entiende por historia la narración exacta y veraz de hechos acontecidos en el pasado, la historia de Carlos Gardel comienza en 1910, fecha a partir de la cual confluyen, con aceptable concordancia, las distintas versiones existentes sobre su vida.
De este modo los años que transcurren desde su nacimiento hasta 1910, constituyen una suerte de antesala de la historia, donde pueden caber, y caben, distintas tesituras, algunas bastante antojadizas.

Como esta etapa tan desconocida de la vida de Gardel representa una importante clave para permitir descifrar aspectos controvertidos de su personalidad y abarca facetas de indudable interés, constituye una parte obligada de este trabajo, imponer un preámbulo previo a la “Cronología” y efectuar ciertas consideraciones que den pie a la posibilidad de completar una información hasta el momento trunca por algunas divergencias aún no dilucidadas, y que en esta obra se pretenden aclarar.

Hasta 1910 hay un Gardel dual, enigmático, ambiguo, tan ambiguo que… hay dos Gardeles.
El primero es el Gardel del testamento (Charles Romuald Gardes), hijo de Berthe Gardes, nacido en Toulouse, Francia, el 10 u 11 de diciembre de 1890, y que nos ha sido revelado por su madre y por su apoderado Armando Defino, involucrados ambos en el citado documento que muchos suponen fue falsificado, con la finalidad de poder cobrar la cuantiosa herencia que estaba en juego.

Este primer Gardel ambienta una versión que diríamos oficial, cómoda, que no entra a reparar en obvias contradicciones que fueron surgiendo a través del tiempo, y que en esencia, sobre la base de una documentación y testimonios aparentemente inobjetables, demostrarían que
el ídolo rioplatense en modo alguno pudo nacer en 1890 datando en cambio su origen de los inicios o a lo sumo mediados de la década del ’80.

En este caso Charles Romuald Gardes, que realmente nació, y probadamente en la fecha antes indicada,
no sería Carlos Gardel, sino la persona con la cual se le sustituyó para poder cobrar una herencia que de otro modo hubiera sido imposible.
La aceptación de esta teoría pone en tela de juicio, que Berthe Gardes, madre de Charles Romuald, lo fuera también del cantor y por consiguiente, cuestiona la nacionalidad francesa que se le atribuyó.


Gardel sería realmente uruguayo, tal cual siempre lo declaró en su documentación.
Corresponde señalar que este segundo Gardel nace al amparo de las sospechas que despertó en Argentina su mentado testamento, y halla su máximo defensor en el periodista uruguayo Erasmo Silva Cabrera quien a su vez halló aliados argentinos en el maestro Julio de Caro, el escritor Blas Matamoros, el periodista Tabaré J. Di Paula y otros.

Lo que llamamos versión oficialista – que acepta la teoría de Gardel Francés y por tal nacido en 1890 – halla su máximo punto de apoyo en el controvertido “Testamento ológrafo” del cantor y en las declaraciones formuladas por Berthe Gardes particularmente a “La Canción Moderna” (hoy RADIOLANDIA) el 24 de junio de 1936.

Resulta de rigor escuchar las dos campanas que alimentan las distintas versiones y empezaremos por oír la voz del llano, que es la que apuntala la tesis revisionista o no oficial. Y aun cuando suene extrañamente paradojal, fundamenta entre otras cosas esa teoría las declaraciones del mismísimo Gardel, en cuanto que en todas las informaciones que suministró para su documentación conocida, se declaró sin excepción uruguayo y nacido en Tacuarembó el 11 de diciembre de 1887. Analizaremos así los distintos testimonios que conforman esta versión que lo da como nacido antes de 1890, y cuya vital y lapidaria importancia radica en el hecho de que
si Gardel no nació en dicho año, no podía ser en modo alguno el francés al que aludía el testamento.

1. La virtud de los testimonios indirectos

Nada mejor para extraer conclusiones acertadas, que desechar testimonios interesados, que por una u otra razón siempre pretenden desviar la verdad hacia los objetivos que se pretenden, e incursionar en cambio en aquellas versiones desprovistas de intencionalidad que, por el contrario, pueden aportar importantes elementos de juicio.
Sobre esta base se elabora la estrategia de este capítulo, aún cuando paradojalmente iniciemos el mismo tomando un testimonio muy interesado, que curiosamente, nos permite extraer la conclusión opuesta de lo que se pretende demostrar.

a) Cuando se queman los libros

Al día siguiente de la muerte de Gardel, proliferaron en la prensa mundial, fotos del pasaporte chamuscado rescatado del siniestro, y en el cual el cantor declaraba ser nacido en Tacuarembó, Uruguay, el 11 de diciembre de 1887.

Pero hete aquí que el diario argentino CRÍTICA del 28 de junio de 1935 (tres días después del accidente) promueve singular impacto – ya que todavía se ignoraba la existencia del famoso testamento – al reportear a
Esteban-Capot , un francés nacido en Nérac en enero de 1882, y a quien Gardel dedicara una foto en 1917 donde decía, “Al querido amigo de la infancia”.

Desarrollando una gran seguridad, dice
Capot: Gardel nació en Toulouse en 1887.Cuando yo tenía siete años fui con mi madre, allí conocimos a Berthe Gardes… viajamos a Buenos Aires sin hacer ninguna escala, en 1891: yo tenía 9 años y Gardel 5”. Fuera de que le fallan las matemáticas, pues la diferencia con Gardel no sería de 4 años sino de casi 6, ya que este era nacido en diciembre y Capot en enero, también se comete el error en el año de este viaje de la Gardes, que está claramente registrado por migraciones en 1893.
Pero lo más importante es que sus argumentos se derrumbarán estrepitosamente, cuando el “Gardel” al cual él quiere referirse, dirá dos meses después en el testamento, que nació en 1890 y ya entonces la diferencia se estira a 9 años, lo cual vuelve imposible el argumento.
La explicación de este aparente embrollo es muy simple y es que hay “dos Gardeles”. Confundiendo al “Mago” con el niño que pudo haber conocido en Toulouse, surge el error – no decimos si deliberado o no – del Sr. Capot.

Investigaciones posteriores demostrarían – dirección de migraciones por medio – que
Esteban-Capot no vino en el viaje en que la Gardes trajo a Charles R. a Buenos Aires, y que incluso la confusión que le produjo el año 1887 que leyó en toda la prensa fue la que le llevó a “equivocarse” en la resta para aproximarse más a la realidad, ya que era casi contemporáneo con el verdadero Gardel, como luego veremos.

Cronológicamente, y en lo relativo a declaraciones a la prensa, le cupo a Capot el dudoso honor de haber iniciado la larga serie de testigos que intentaron amalgamar en una sola persona, a Charles Romuald Gardes, nacido en Toulouse en 1890 y venido con su madre a Buenos Aires en 1893, con el máximo cantor rioplatense.

b) Cuando Hugo Mariani habló para CLARÍN

En setiembre de 1933, el violinista Hugo Mariani, director de la famosa Orquesta Sinfónica de la “National Broadcasting Corporation”, visitó Buenos Aires, y allí conoció personalmente a Gardel. De ese encuentro nació no sólo una gran amistad, sino también la idea de que el cantor actuara en Estados Unidos.
En los días 24, 27, 29 y 30 de junio de 1949, Mariani escribió exclusivamente para CLARÍN cuatro notas tituladas “Cuando Gardel fue a conquistar la Meca del Cine” y en ellas relató pormenores desconocidos de su actuación en Nueva York.
En la primera nota del día 24 (cuyo facsímil se reproduce) se extrae el siguiente episodio, que según Mariani creía recordar, aconteció en “Maipú Pigall” (ver fig. 1).

“Cumplidos mis compromisos en Buenos aires, partí a los pocos días de regreso a los Estados Unidos. Al despedirme de Carlitos, con quien me seguí viendo en todas las madrugadas. Le dije: – En cuanto llegue a Nueva York arreglaré las condiciones que va a proponerle la dirección de la N.B.C. Creo que van a convenirle. Una cosa muy importante quiero preguntarle.

–Dale nomás – me contestó El Morocho – ¿De qué se trata?

–De la edad… ¿Cuántos años tenés?

–49.

–Bueno Carlos, en nueva York tendrás 39

– ¿Diez de un saque? – apuntó Gardel – ¡Qué bolada!

Había comprendido muy bien. Y agregó:
–Muy bien Mariani, tengo 39

A los pocos días de mi llegada Nueva York, tenía el asunto arreglado en principio. Le mandé un cable con un ofrecimiento…”

Este episodio, cuyas conclusiones serán encadenadas con los dos que siguen, arrojará gran claridad sobre el problema que intentamos abordar.

c) El último saludo de Pancho Martino

En noviembre de 1933, y en ocasión de partir Gardel para lo que sería su último viaje, concurrió a despedirlo su primer compañero de dúo – allá por 1909 – Pancho Martino. A los pocos días de la muerte de Gardel, LA NACIÓN de Buenos Aires reporteó a Pancho Martino quien entre otras cosas narró lo siguiente:

“– ¿Cuándo lo vio por última vez? (Pregunta el cronista a Martino)
–Lo fui a despedir cuando partió para Estados Unidos. Poniéndome una mano en el hombro me dijo unas palabras que ahora más que nunca las recuerdo ya que adquieren en esas circunstancias un sentido que impresionará al más descreído. Era como el presentimiento de la muerte cercana.

Él me dijo: ‘Fijate vos Pancho, yo haciendo de galán a los 47 años. Pero todo tiene que ser. Ahora trato de ganar dinero para la tranquilidad de mi buena viejita. Cuando venga la muerte hermano, le daré la mano y le diré: ‘muchas gracias por la vida que me has permitido hacer’. Estas palabras etc.”

Como se ve, Gardel ya ponía en práctica el consejo que dos meses antes le diera Mariani, pero evidentemente, frente a su viejo amigo, no podía aparecer como de 39 años (ver fig. 2).

d) Un Sofovich entra en escena

En 1953, el prestigioso diario argentino NOTICIAS GRÁFICAS publicó una carta de un valenciano que muy suelto de cuerpo afirmó que Gardel nació en Valencia en 1902.
El 9 de setiembre de 1953 el conocido periodista Manuel Sofovich le salió al cruce y publicó en el mismo diario, una respuesta a tal dislate.
Esta carta, producida muchos años después por Julio Jorge Nelson en “Carlos de Buenos Aires” es aquí exhibida – naturalmente se puede recurrir al original en los Archivos de la biblioteca Nacional de Buenos Aires – pero con la acotación de que en la publicación NOTICIAS GRÁFICAS la carta termina diciendo: “Tendría hoy, pues 68 años de edad”, mientras J. J. Nelson actualizó el dato poniendo 83 años (ver fig. 3).
Referido a los que nos interesa, comenta allí Sofovich:

“… Y fue el 19 de diciembre de ese año 1933, cuando una gran admiradora del cantor, la señora Backfield – magnate de la industria tabacalera inglesa y no norteamericana como erróneamente se ha difundido –, para festejar el cumpleaños de Gardel, reunió a un reducido grupo de amigos en una cena que se sirvió en el famoso Café de Paris, el restaurante más lujoso del mundo, según los que conocen mucho.

Éramos trece comensales. De los cuales sólo seis argentinos: Carlitos, Le Pera, el administrador de Gardel Armando Defino, el maestro Castellanos – director prestigioso de Radio El Mundo ahora – el destacado compositor musical y ejecutante de guitarra Pettorrosi y el modesto periodista en este recuerdo.
Se comía muy bien y se bebía mejor. Carlitos nos cantaba con su mejor emoción… todo era alegría y cordialidad en esa reunión; en un descuido de los demás, me llevó abrazado Carlitos hasta un rincón de ese salón reservado para su fiesta:

-Pibe - me dijo de afectuosa manera, - son cuarenta y nueve años ¿te das cuenta lo que es cumplir cuarenta y nueve años?


Y sus cinco amigos argentinos, en un aparte fraternal, brindamos con una Gran Napoleón los juveniles 49 años de Carlitos Gardel”.


Vinculando este hecho con los dos anteriores conviene reparar en lo siguiente:

1) Que se trata de tres testigos diferentes: Hugo Mariani, Francisco Martino y Manuel Sofovich;

2) Que las declaraciones fueron hechas a tres diarios argentinos diferentes – por tanto no uruguayos – que lo fueron respectivamente CLARÍN, LA NACIÓN y NOTICIAS GRÁFICAS y en fechas muy distantes entre si: junio de 1949, junio de 1935 y setiembre de 1953, lo cual invalida la presunción de un eventual “acuerdo” para violentar la verdad. Además en ninguno de los tres casos, se habla para nada de la nacionalidad del cantor.

3) Que según sus autores, los hechos narrados sucedieron respectivamente en los meses de setiembre, noviembre y diciembre de 1933.
Frente a Mariani confiera 49 años, y como este le dice que debe rebajar su edad, a su amigo de juventud Martino, frente a quien no puede exagerar la diferencia, se sitúa en los 47. Cuando en diciembre del ’33 festeja su cumpleaños, para detener la cincuentena, se “estaciona” en los 49. Veremos más adelante que según su apoderado uruguayo Perico Bernat, habría nacido en 1883, pero dejando ello de lado, lo único cierto es que si nació en 1890 como dice el testamento, hubiera muerto a los 44 años y medio, o sea, que su edad retrocedía en lugar de avanzar. ¿Acaso sería este uno de los tantos milagros gardelianos?

c) Habla Isabel del Valle

Antes de dar paso al último y este sí irrefutable testigo, oigamos a Isabel del Valle, única novia oficial conocida, y a través de declaraciones que hiciera en Buenos Aires al diario CLARÍN el 23 de agosto de 1984 (ver fig. 4).
En dicha publicación, y luego de decirse que “Isabel del Valle tiene ahora 78 años y reside en Punta del Este, Uruguay, es viuda, etc.”, la citada señora dice textualmente:

“– Conocí a Gardel cuando tenía 14 años; por entonces él tenía 34 y era íntimo amigo de un pariente mío. Vivíamos en el Abasto…”

Esta declaración coincide totalmente con lo que manifestara al diario uruguayo EL DIA del 1º de febrero de 1981, donde la versión magnetofónica del reportaje expresa:

“– Él tenía treinta y cuatro años y yo no había cumplido catorce… me llevaba veinte años a mi… Pero no aparentaba esa diferencia: yo siempre fui una chica alta, cara de nena, claro…”

Y lo propio manifestó al autor de esta nota en su residencia de Aidy Grill, Punta del Este, cuando se le preguntó la edad de Gardel:

“– Él siempre me decía, respondió de inmediato Isabel, negra yo a vos te llevo veinte años…”

La concordancia de todas estas declaraciones no abre lugar a la duda y concretamente, si Gardel le llevaba 20 años, teniendo ella entonces 78, Gardel tendría 98 – si es que le decía la verdad – y habría nacido en 1887.
Siendo ya notoria la diferencia de años, sobre todo tomando en cuenta que Isabel en ese momento tenía 14 años, no cabe ni siquiera imaginar que Gardel frente a ella se agregara años, que sería la única hipótesis posible si es que realmente hubiera nacido en 1890.

f) Un testigo llamado Carlos Gardel

En 1927, época en que la amistad de Gardel con Razzano se mantenía inquebrantable, y más allá de pequeñas desavenencias que siempre se solucionaban, el cantor, en una carta manuscrita que le enviara su amigo, expresa textualmente Gardel:

“… yo voy a cumplir 40 años y además yo tengo espíritu de dar vueltas todavía…”

La carta pertenece a la importante colección que posee la hija de Razzano – Cristina R. de Airoldi – cuyo hogar ha sido objeto del asedio de investigadores gardelianos, pero donde ninguno reparó que mediante una simple resta, surgía que el ídolo situaba su nacimiento en el ’87, ya que di bien la carta, como casi todas las de Gardel, carecía de fecha, se deducía muy fácilmente que era de 1927, pues en ella el punto central era la futura actuación de su caballo lunático en Brasil, hecho que aconteció en 1928.

Fuera de esto, está toda la documentación existente del cantor y obviamente refrendada por su firma, donde se dice permanentemente, nacido el 11 de diciembre de 1887 en Tacuarembó, República Oriental del Uruguay.

Se destacan así los siguientes:
• 8 de octubre de 1920. El consulado uruguayo en Buenos Aires expide un certificado de nacionalidad uruguaya, con Nº de inscripción 10052. Declara llamarse Carlos Gardel, nacido en Tacuarembó, Uruguay, el día 11 de diciembre de 1887 soltero, profesión artista, e hijo de Carlos y María Gardel.
Domicilio: Rodríguez Peña 451.
Estatura mediana; pelo castaño oscuro, nariz recta, ojos pardos.
*
• 4 de noviembre de 1920. Gestiona documento de identidad argentina, en base al certificado anterior.
*
• 7 de marzo de 1923. Gestiona ciudadanía legal argentina con 15 años de residencia. Cert. Cond. Nº 218.125. Declara ser Carlos Gardel, Uruguayo, nacido el 11 de diciembre de 1887, en Tacuarembó.
*
• 3 de octubre de 1923. Saca el pasaporte Nº 383017 como ciudadano legal argentino, nacido en Tacuarembó el 11 de diciembre de 1887.
*
• 21 de junio de 1927. Libreta de enrolamiento; distrito militar Nº 2, sección 10ª. República Argentina. Matrícula Nº 236.001. Nacido en Tacuarembó, etc. etc. Talla 1,70 metros. Domicilio: Rincón 137.
*
• 8 de octubre de 1927. Renueva el documento Nº 218.125 del 7.3.1923. Domicilio Rincón 137.
*
• 16 de marzo de 1931, Carta avalable expedida en París, Francia, Se declara uruguayo, nacionalizado argentino, nacido el 11 de diciembre de 1887, e hijo de Carlos (nacido en Salto, Uruguay) y de María (nacida en Mendoza, Argentina)
*
• 13 de diciembre de 1932, Pasaporte expedido en el consulado argentino de Niza; registro 02421, serie D, Nacido en Tacuarembó, Uruguay, etc. etc.

Frente a este cúmulo de situaciones, surge una conclusión inevitable y es, que si bien Gardel no siempre declaraba la misma edad, invariablemente se decía nacido con bastante anterioridad a 1890, que es la fecha que se le atribuye en su supuesto testamento para hacerle coincidir con Charles Romuald, permitiendo así el cobro de la herencia. Esta teoría de que Gardel se agregara años, inaceptable para cualquier artista, cae en el absurdo en el caso del cantor, que como todos sabemos, tenía una obsesión enfermiza por aparecer juvenil, lo cual se manifestaba en sus severas dietas, sus prácticas permanentes de deportes y gimnasia, su atildada vestimenta, el cuidado acicalado de sus dientes y su peinado etc.

Volvemos entonces al comienzo:
Si Gardel no nació en 1890, no es el francesito de Toulouse, que si existió y está debidamente registrado ese año en los libros de la Alcaldía de Toulouse, como Charles Romuald Gardes.
En consecuencia, el mito construido por los fines que veremos, se desplomaría destrozado por la evidencia de los hechos.

g) Le toca el turno a la prensa

Veamos qué sucedía los días que siguieron a la muerte de Gardel. El cantor falleció el 24 de junio de 1935 y los diarios publicaron la foto del pasaporte chamuscado, que apareció junto al cadáver, y que registraba su nacimiento en Tacuarembó el 11 de diciembre de 1987
La reacción de la prensa no se hizo esperar.

El 25 de junio de 1935, el diario argentino EL DÍA (La Plata) dice textualmente. “Sus amigos dicen que pasaba el medio siglo” rechazando los 47 años y medio que surgirían si se acepta dicha documentación.

También en Buenos Aires se oye la voz discorde de LA NACIÓN que agrega a su vez la fecha de enrolamiento con los mismos datos y que comenta:

“Amigos íntimos de la infancia aseguran que se quitó unos años”

Y en Montevideo, el mismo 25 de junio, LA MAÑANA, en nota necrológica exenta de toda connotación polémica, publica:

“…Había nacido en la Segunda Sección Judicial del departamento de Tacuarembó. Fallece a los 52 años” y la información cobra singular valor pues el autor es nada menos que don Pedro Bernat, no sólo íntimo del ídolo sino su apoderado en Montevideo.

Pero ahora EL DEBATE (julio 1º de 1935) dice en grandes titulares: “Hace cinco años, en 1930, Gardel declaró a un reportero que era nacido en Tacuarembó. Entonces confesaba 48 años. "

El reportero era Segundo Bresciano y el diario IMPARCIAL que hizo la referida publicación en ocasión de actuar Gardel en Montevideo, el día 13 de julio de 1930.

Haciendo notar que salvo este último ejemplo, todo el resto de la información es argentina, concluyamos diciendo que también el diario bonaerense NOTICIAS GRÁFICAS del 24 de junio de 1954, publica una foto de Gardel con Tino Rossi, que dice textualmente al pie:
“Siempre creímos que tenía 45 años al morir, pero esos documentos hallados posteriormente revelan que había nacido en 1884".
Vale decir que tendría entonces 51 años.

h) Recapitulando

La información ofrecida es contundente, y cono dicen en la nota introductoria, todo público tiene libre acceso a las bibliotecas de Argentina y Uruguay, para verificarlo por sí mismo.

Como el problema de la edad lleva de la mano a reconocer la orientalidad de Gardel, la gratuita defensa de su francesismo no hallaría otra explicación que la negativa a reconocer que en país tan pequeño haya producido al artista máximo de este continente, o de lo contrario, pensar que aquí también operan ingredientes de la clásica dependencia cultural, que hace caer en éxtasis al provinciano frente a todo aquello que es foráneo. Y por qué no, factores económicos, que son los que promueven en Toulouse esos descoloridos “hommage à Carlos Gardel” (los franceses concientes del ridículo no se animan a llamarle Charles ni mucho menos Romuald), donde, “para ganarse los garbancitos”, arman sus valijas un sinfín de viajeros – muchos de ellos desconocidos – esperando la ayuda de San Gardel.

2. Gardel made in France

En la defensa del francesismo de Gardel no deja de tener interés, generalmente por lo hilarante, las fantasías que se tejieron. Veremos que no deja de divertir cómo funcionó la imaginería, y sobre todo los vericuetos que debieron recorrer muchos supuestos investigadores gardelianos con lamentables deficiencias en aritmética, cuyo conocimiento les habría permitido hacer las restas correspondientes que surgen de las pruebas anteriores, para darse cuenta que no llegaban a 1890 ni aún trazando “firuletes en la vereda”.

Para explicar lo inexplicable, se eligieron distintos caminos, a un punto tal que las contradicciones en que incurrieron entre sí mismos los defensores de la teoría, terminaron por demostrar la insostenibilidad de las argumentaciones, que pretendían transformar al más rioplatense de los rioplatenses, en el francesito de Toulouse, con la insólita conclusión de que Gardel se agregaba años (!), cuando en realidad, como todo buen artista, se los quitaba, y no muy moderadamente…

a) Esta noche se recita improvisado

Para justificar la paradojal situación de que justamente quien era considerado el prototipo del varón rioplatense resulta finalmente siendo francés, se dijo que en tanto desertor de la guerra mundial, se declaró uruguayo y nacido en 1887. Pero una de las pruebas más cabales de la falsedad de la teoría, fue la asombrosa multiplicación de “dueños de la verdad” que aparecieron en una verdadera competencia imaginativa.

Armando Defino, por ejemplo, hizo escueta mención en su libro de un tal Juan Barena, quien se atribuyó haber sido él quien estimuló a Gardel para que viera a un amigo suyo en La Plata y se hiciera resolver el problema haciéndose pasar por uruguayo.
Pero Julio Jorge Nelson, atribuye al propio Defino, y en su publicación “Carlos de Buenos Aires” expresa textualmente:

“…hay quienes afirman que su partida de nacimiento fue modificada por Defino a efectos de poder integrar el cuadro de actores para el sello “Paramount” de Estados Unidos, quienes no deseaban un galán cincuentón (sic).”

Resulta incomprensible que un estudioso como J.J.Nelson no reparara que si Gardel era un “cincuentón” en 1933 – ¡y claro que lo era! – mal podía haber nacido en Toulouse en 1890, con lo cual la historia del testamento se desplomaba sin remedio. Se verifica así cómo el deseo de cerrar los ojos y no indagar, fue denominador común de la mayor parte de los críticos gardelianos.


En HISTORIA ARTÍSTICA DE CARLOS GARDEL de Miguel Ángel Morena, se recoge la versión del periodista Luis Formento que también aporta su tesis, enriquecida por detalles tan precisos que terminan por descalificarla como podrá ver el propio lector.

“Desencadenada la primera guerra mundial en 1914, cuando ya su fama de cantor se estaba extendiendo, Gardel corría riesgo de ser llamado para defender a Francia, su país de origen. El caudillo conservador Alberto Barceló… le solucionó el problema por intermedio de Cristino Benavídez, jefe de la policía de la Provincia de Buenos Aires, quien le extendió una cédula de identidad a nombre de Carlos Gardel (su seudónimo artístico) y donde figuraba como nacido en Avellaneda el 11 de diciembre de 1890. Transcurridos algunos años y tal vez por haber extraviado su falsa cédula, Gardel se encontró nuevamente ante el mismo problema. Si bien la guerra ya había finalizado, igual correspondía la pena por desertor, si llegaba a descubrirse su nacionalidad francesa. Fue entonces que se valió de un inteligente ardid para convertirse en ciudadano argentino. Sin que presentara ningún tipo de documentación, como podría haber sido por ejemplo su partida de nacimiento, el Cónsul General del Uruguay en Buenos Aires, Sr. Bernardo Minas, le extendió una fe de nacimiento que llevaba el Nº 10052, y en donde decía que había nacido en Tacuarembó, Uruguay, el 11 de diciembre de 1887. Este certificado estaba hecho a nombre de “Carlos Gardel” con el evidente propósito de que las autoridades francesas, en caso de que intentaran buscarlo, se encontraran aparentemente con otra persona. Por eso también se aumentó la edad, agregándose tres años, porque a nadie se le habría ocurrido indagar en los libros de Toulouse en 1890 cuando en el certificado uruguayo figuraba el año 1887. En suma: muy bien asesorado el cantor, impidió que se le relacionara con Charles Romuald, oriundo de Toulouse y que vino al mundo en 1890.”

Fuera de apiadarse de los pobres aduaneros franceses, si es que cada vez que ingresaba un extranjero, debían vigilar si no terminaba resultando francés además de desertor (!), el primer sentimiento que aflora luego de esta lectura es la perplejidad, ya que hay que ignorar mucho sobre Gardel para afirmar que “en 1914 su fama de cantor se estaba extendiendo”.
En realidad cuesta creer que el Sr. Formento ignore que en 1914 y actuando en dúo, Gardel debuta en el Teatro Nacional siendo un desconocido, que en 1918 – fin de la guerra – recién es editado el primer tango cantado por Gardel; y que apenas en 1925, y como consecuencia del retiro de Razzano aborda ya decididamente su condición de solista.

Por otra parte, la endeblez de la argumentación asombra, ya que en afán de demostrar lo indemostrable, se arremete contra el abecedario, pretendiendo indirectamente hacer creer que las letras “S” y “L” son una misma cosa, como para que pensemos que “musa” y “mula” no se diferencien o que “Gardel” y “Gardes” puedan confundirse, y en consecuencia las autoridades francesas no fueran capaces de diferenciarlos, mi aún con el hecho de que uno se llama “Carlos” y el otro “Charles Romuald”, y lo que es más grave aún, uno es uruguayo y el otro francés.

A su vez Formento desdeña olímpicamente las diferencias ya suficientes – por lo menos así se supone – de nombre, apellido y nacionalidad, pues el problema es justificar el entrometido 1887 que hacer trizas la validez del testamento, y entonces inventa esa nueva valla para los castigados guardas aduaneros de Francia, como si el resto no alcanzara.

Y en medio de ese exceso de precauciones, olvida explicar por qué razón, intentando ocultar su origen francés elige… un apellido francés.

La mala suerte ha querido – como hemos demostrado fehacientemente – que Gardel adulteraba su edad realmente, pero no para agregarse años, como descubrieron Formento y otros biógrafos, sino para quitárselos, como normalmente hacen los artistas. Y en tanto Gardel era un hombre normal, no resulta satisfactorio atribuirle la insana costumbre de aparentar ser más viejo de lo que era.

Es de lamentar que este grueso error del distinguido periodista que es Formento haya servido para que Miguel A. Morena diga que “está perfectamente establecido que Gardel nació en diciembre de 1890”, cuando justamente lo único probado es que no nació en esa fecha. .Y es de lamentar, por cuanto HISTORIA ARTÍSTICA DE GARDEL es una importante obra digna de ser conocida.

Pasada esta instancia también tiene su interés lo que explica Isabel María del Campo en su libro RETRATO DE UN ÍDOLO y que puede leerse en la página 75:

“A mediados de 1923, don Francisco Delgado, empresario que había realizado exitosas temporadas… organizó una compañía con la colaboración de Enrique de Rosas y Matilde Rivera. Como principal atracción… contábase con la actuación de Gardel-Razzano…había un detalle importantísimo que Delgado no descuidó: Gardel era francés de manera que su retorno podría ocasionarle serios inconvenientes ya que recién terminaba la gran guerra… no faltó amigo influyente que se ofreció para conseguir sin ningún compromiso la documentación necesaria. Así se hizo y de ahí arranca el mito de Gardel oriundo de Tacuarembó, de la banda oriental del Uruguay.”

También aquí la argumentación se derrumba como un castillo de naipes, y sólo son de lamentar los desvelos de don Francisco Delgado cuando a mediados de 1923 se encontró con este problema, ya que el mismo ya estaba solucionado el 8 de octubre de 1920, cuando con el Nº 10052, Gardel obtuvo el documento a que hacía alusión Formento, y que aquí se atribuye a la astucia del Sr. Delgado, mezclada con amigo influyente y clima de guerra. Y en 1920 Gardel ni soñaba con ir a Europa.

De todas las hipótesis conocidas la única versión que parece tener visos de realidad es la que sostiene Isabel del Valle, quien asegura que Gardel tenía la mencionada cédula uruguaya – a la par que otra argentina – y gestionada aquella en base a un amigo de Razzano, con el propósito de limpiar el prontuario del cantor, el cual, dadas sus obvias vinculaciones con el mundo rufianesco, distaba de ser un modelo de buena conducta. Según Isabel, el propio Gardel le confesó haber vivido gran parte de su vida a expensas de los favores de sus queridas, y en alguna de las querellas que esta situación propició, nació la razón que comenzó a ennegrecer un prontuario, que con la nueva cédula se proponía limpiar.

Para concluir con la nómina de quienes contribuyeron a construir el mito del “francesismo” (siempre aquí la mayor perla corresponderá a Julio Jorge Nelson, que luego de declararlo “cincuentón” – sic – en 1933, lo hace morir a los 44 años en 1933, llevando el milagro al paroxismo), presentaremos por último, a quien siempre fue primero: Irineo Leguisamo.

En función de ciertas versiones que parecen antojadizas y que le molestaron con razón, el jockey se había dedicado sobre todo en los últimos tiempos, a salir de su mutismo, diciendo que Gardel era francés, con lo que destruía la versión a que hacíamos referencia. Pero hete aquí que bastante recientemente – el 23 de junio de 1985 – LA NACIÓN de Buenos Aires (obsérvese que el grueso de documentación es argentina) le hace un reportaje, y el famoso pulpo aporta una “gaffe” esclarecedora cuando dice en forma textual:

“Manteníamos una rivalidad permanente por Paysandú y Salto, los pueblos de donde veníamos, aunque Carlos era francés y con carta de ciudadanía uruguaya”.

Como se sabe, la carta de ciudadanía es argentina, y en cuanto a la mención de Paysandú, responde al hecho de que, lindando con Tacuarembó, se discutía en esos lares, donde nació. Lo que sí damos fe, es que ninguno de los tres lugares citados pertenece a Francia, por lo menos hasta que aparezca un “testamento” que lo revindique.
Leguisamo, siempre tan hábil en las atropelladas finales, se adelantó aquí, confesando sin quererlo, algo que mantuvo oculto mucho tiempo.

b) Los testamentos son ajenos

Cuando Gardel murió en Medellín el 24 de junio de 1935, un extraño apuro llevó a su apoderado Armando Defino a viajar en busca de Berthe Gardes: el 22 de julio, o sea una semana después del hecho, embarcaba en el Massillia rumbo a Burdeos, donde desembarcaría el 18 para dirigirse a Toulouse. Las urgencias apremiarían, pues el 23 de julio ya navegaban ambos a bordo del “Campana” rumbo al Plata, llegando a Buenos Aires el 12 de agosto, y dos días después – obsérvese que el tiempo resultaba realmente “oro” para los dos viajeros – se presentaban ante el juzgado Civil de Primer Turno, adjuntando a lo que dijeron el “Testamento Ológrafo de Carlos Gardel” y proponiendo como autentificantes la firma a Enrique Laurent y Mario Bernard.

Interviniendo como juez el Dr. Horacio Dobranich y como secretario el Dr. Juan Molina (h.) y cumplido el reconocimiento de firma, el escribano Felipe Ibáñez, con quien había trabajado Defino, protocolizó el documento, que fue inscripto el día 21 en el folio 578, Nº 6, con este texto:

“Este es mi testamento. En esta ciudad de Buenos Aires, el día 7 de noviembre de 1933, encontrándome en pleno goce de mis facultades intelectuales, otorgo este mi testamento ológrafo, disponiendo en él mis bienes, para después de mi fallecimiento, de la siguiente manera:

PRIMERO: Soy francés nacido en Toulouse el día 11 de diciembre de 1890 y soy hijo de Berthe Gardes;

SEGUNDO: Hago constar expresamente que mi verdadero nombre y apellido son Carlos Romualdo Gardes, pero con motivo de mi profesión de artista he adoptado el apellido “Gardel” y con este apellido soy conocido en todas partes. Asimismo hago constar que las cuentas que tengo en los bancos, expresamente en el Banco de la Nación Argentina, así como mis títulos de propiedad y demás papeles, figuran invariablemente con mi nombre y apellido de adopción, o sea Carlos Gardel;

TERCERO: Soy de estado soltero y no tengo hijos naturales;

CUARTO: No debo suma alguna y perdono todo lo que me deben;

QUINTO: Nombro por mi única y universal heredera de todos mis bienes a mi nombrada madre Berthe Gardes.

SEXTO: Nombro mi albacea testamentario a mi amigo Armando Defino, para que liquide mi testamentería y asesore a mi nombrada madre durante la tramitación de la misma. No teniendo otras disposiciones que hacer, hago constar que el presente ha sido redactado de mi puño y letra y de una sola vez lo firmo en la fecha arriba indicada. “CARLOS GARDEL”.


Las circunstancias determinaron, que con razón o sin ella – cada cual podrá decidir su postura en función de los hechos que se darán a conocer – se acusó a Armando Defino de ser el “factótum” de la operación que permitía identificar en una única persona a Carlos Gardel y a Charles Romuald con la finalidad de que, siendo éste hijo real de Berthe Gardes, pudiera ella hacer efectivo el cobro de una herencia, que de otro modo no hubiera sido posible, a falta de un documento que legitimara su parentesco con Gardel, si es que en verdad lo había.

Importa aclarar que el 31 de octubre de 1933, en ocasión de la compra del terreno de Carrasco por Gardel, y en acta notarial suscrita por el escribano Busch Buero (ver EL DÍA, octubre 11 de 1987) el cantor avala con su firma su nacionalidad uruguaya. Pues bien: el campeón del francesismo del ídolo, albacea del testamento que lo proclama y que tiene lugar sólo siete días después de dicha acta, es nada menos que el susodicho Defino, quien atestigua con su firma (!) la orientalidad de Gardel. Sería interesante ver qué explicación dan a este episodio los defensores de la teoría francesista, que como se observa fácilmente, transita por un hilo en cada prueba a que es sometida.

c) Allá donde todo vale

Dentro de las singularidades del caso, el testamento fue abierto sin que se cumpliera con la condición requerida de exhibir la partida de defunción, como aparentemente correspondería. Pero aquí no finalizan las curiosidades, ya que cuando la citada Partida de Defunción es expedida en Medellín, cuatro meses después, o sea el 14 de diciembre, resulta ser que mientras el muerto se llama “Carlos Gardel” es “uruguayo” y nació en 1887,m el testamento hace referencia a Carlos Romualdo Gardes, es “francés” y nació en “1890”, en buen romance: ninguno de los tres datos coincidían, pero ello no pareció resultar un problema curioso, como que para que por lo menos, mereciera una investigación.

Y también resultó curioso que un juez admitiera de buenas a primeras un documento un documento en el cual se procedía a autentificar un nombre mediante la firma de un supuesto seudónimo, que no aparecía registrado como tal en parte alguna.

También el silencio acompañó a estas circunstancias, y no aparentemente por falta de deseos de hablar sobre Gardel, ya que cada año, en dos o tres publicaciones especializadas, se nos relata la novedad de que Gardel preguntó a Razzano si los 70 pesos del Armenonville eran por mes o por día…

d) la identificación de la heredera

Tampoco la identificación de la heredera era una operación muy fácil como veremos, y se desconoce a ciencia cierta el camino seguido, pero de todos modos, aquí el problema era salvar obstáculos y llegar a un final feliz, como obviamente ocurrió.
Hija de Jean Gardes y Hélène Cinegonde Camares, Berthe nació el 14 de junio de 1865 en lugar no debidamente aclarado como tantos otros aspectos de su vida. Pero tomando al pie de la letra sus propias declaraciones, tenemos:

- En el acta de nacimiento de su hijo Charles, dice llamarse Berta Gardes (o Berthe, en francés) y ser soltera.

- Ante la Dirección Nacional de Migraciones en 1883, dice ser Berta Gardes, viuda, y sin que se tengan datos en ningún momento de su matrimonio.

- El 30 de enero de 1913, Ante la policía Federal Argentina, se dice ahora Berta Camares, viuda de Gardes, siendo que este, hasta ese momento había sido su padre. Este dato lo corrobora en 1936 en reportaje que le efectúa LA CANCIÓN MODERNA (y reproducido el 24 de junio de 1977 en RADIOLANDIA, nuevo nombre de aquella en su Nº 2551) donde exhibe un retrato de quien dice es “Paul Gardes”, padre de Carlitos, agregando que “murió sin que mi hijo pudiera conocer el calor de su alma”.

- Pero en LA VERDAD DE UNA VIDA, de Armando Defino, página 208, este expresa que doña Berta le contó que luego de la guerra europea, cuando Carlos ya tenía fama, vino su padre a Buenos Aires a ofrecerle su nombre, cosa que Gardel rechazó. O sea, que ni murió ni fue guerrero.

- Y finalmente Edmundo Guibourg – íntimo de Defino – cuenta a Mona Moncalvillo en EL ULTIMO BOHEMIO (libro de reciente publicación) que este señor no era sino “Paul Laserre”, con lo cual la heredera recobra a su padre Jean Gardes, aún cuando sea del caso destacar, que la publicación EL TANGO (la historia de sus intérpretes), Nº 26, junio 1980, lo da como llamado Paul Romuald Lasserre, acaudalado comerciante, casado no con Berta obvio, dos hijos, etc.
Un cerrado secreto envolvió la real identidad de la heredera, su estado civil verdadero, el análisis de la existencia de otros herederos si es que correspondía, etc.

c) Las suspicacias bajan turbias

Lo antedicho alcanza y sobra para descalificar la validez del testamento, o por lo menos, como para que no tengamos que leer en una publicación, por otros conceptos espléndida como lo es la ya mencionada de Miguel Ángel Morena, cosas como “basándonos en testimonios incontrovertibles que arriba mencionamos, decimos sin titubeos que Carlos Gardel nació en Francia, etc.” El lector decidirá sobre este tipo de “incontrovertibilidades” y algunas más que culminan el relato.

A los elementos objetivos que hemos manejado, se agregaron también pero ahora sólo en el terreno de la suspicacia – esto es de rigor destacarlo para no burlar la buena fe del lector – una serie de situaciones muy difíciles de deglutir, so pena de que la ingenuidad o inocencia pasara el límite de lo tolerable.

En primer lugar la natural extrañeza provocada por el hecho de que un hombre que supuestamente tenía solamente 42 años en el momento de redactar el documento, se dispusiera a un acto de tal naturaleza, hallándose en la flor de la edad, gozando de perfecta salud, y eligiendo para ello, nada menos que el mismísimo día de su partida para Europa.

Hubo que hallar una explicación para este extraño hecho y obviamente funcionó el estereotipo: el futuro de la “viejecita” – nótese que “madre” no encuadraría en la argumentación – por cualquier eventualidad.

Pero se omitió un hecho – este objetivo – que descalificaba la hipótesis: desde el 15 de noviembre de 1923 al 7 de noviembre de 1933, o sea, desde su primer hasta su último viaje, Gardel había realizado siete viajes a Europa, y había pasado en el viejo continente 2033 días sobre un total de 4237. Dicho de otro modo, viajar a Europa le resultaba un hecho tan común como una actuación en el teatro Esmeralda o una gira por el interior. Pero además, y vaya si no es una curiosidad digna de un estudio parapsicológico por lo adelantado de la premonición, resultó ser realmente su último viaje.

Pero falta aún la última cuenta del rosario en esta parte de la narración de la historia de este imposible Gardel que mantuvo en secreto hasta el mismísimo día de su muerte, que era 3, 5 u 8 años menor de la edad que declaraba. Realmente algo muy difícil de entender.

f) El final feliz

Las urgencias de Defino tuvieron tardía recompensa, fuera de otras que eventualmente pudieron haber existido, pero de las cuales no existen pruebas y quedan en el terreno de las habladurías. Y hubo aquí un hecho curioso, y por qué no, insólito, que cierra el ciclo perfectamente.

Ocurrió que fallecida Anais Beaux, la venerable anciana a la cual Gardel profesaba verdadero afecto – palpable en su correspondencia – doña Berta pasó a residir junto a Armando Defino, a quien en pago de los favores recibidos, lo benefició con un testamento ológrafo – ¡también ella! – de fecha 2 de julio de 1942, en el cual los bienes del cantor terminaron en manos de su apoderado.

Pero aquí el asombro del caso – debe repararse que lo interesante de esta narración es que todo tiene tinte de asombro o fuera de lo común – radica en que doña Berta, que redacta el 2 de julio de 1942 su testamento en beneficio de Defino, y viviendo en su propia casa – reléase esta afirmación: viviendo en su propia casa, le envía el 12 de setiembre de 1942, una carta (?) en la cual le expresa textualmente:

“Con esta carta quiero hacerte saber mi voluntad que cuando yo me muera todas mis cosas te pertenezcan, los muebles, las alhajas, etc.”

La inutilidad de esta carta – publicada por el mismísimo Defino en su libro CARLOS GARDEL, LA VERDAD DE UNA VIDA, en la última página y acompañada de su facsímil como para que no quede lugar a dudas – resulta totalmente obvia, existiendo el testamento de dos meses antes y sobre todo, viviendo remitente y destinatario en la misma casa.

En materia de incontrovertibilidades, es muy posible que algún biógrafo de Gardel haya querido ver en este sencillo episodio un deseo de Berthe Gardes de verificar por sí misma, la eficacia del Correo Nacional. Pero para mucha gente, la conclusión puede ser otra, ya que el inaudito afán de clarificar la situación, terminó tornando mucho más oscuro el curioso cúmulo de circunstancias tan fuera de lo común que rodearon el testamento de este señor llamado Charles Romuald Lasserre Gardes, nacido en Toulouse en 1890, que por circunstancias no determinadas, declaraba una edad muy superior a la que tenía, y que disimulaba su origen francés, con un apellido también francés. Con lo cual sólo restaría decir “Amén”.

3. Berta Gardes en la mira

A las serias dudas del testamento se sumaron otros elementos de juicio que hicieron pensar seriamente, que Gardel no era el francesito de Toulouse. El problema de la edad ya fue debidamente considerado como para seguir insistiendo, y llegaría ahora el momento de intentar dilucidar un misterio llamado Berta Gardes.

Para quienes analizaron serenamente la conducta de esta mujer, surgió claramente que las permanentes ambigüedades en que incurrió, hicieron ver que detrás de la muerte del ídolo, había hechos que se debían ocultar o desfigurar para darle marco legítimo al cobro de la herencia que de otro modo hubiera sido imposible.

Es así que cuando doña Berta vuelve al Plata en compañía de Defino – ya se vio la ansiedad desmedida de contactarse que existió – fue sometida a un reportaje en el matutino EL DEBATE (agosto 12 de 1935, página 2) y comenta allí descuidadamente que
“había venido al Plata en plena juventud, estando ora en Montevideo, ora en Buenos Aires”

Sin embargo esa declaración – que también fue hecha al actor Fernando Ochoa y al músico José Colom Contreras, según consta en un reportaje que les formuló el diario argentino CRÍTICA, es desmentida un año después en un mentado reportaje que le hiciera el 24 de junio de 1936, LA CANCIÓN MODERNA y que fuera reproducida por la posteriormente RADIOLANDIA, en su Nº 2551 de junio 24 de 1977.
Dice allí que la Gardes haciendo referencia a su madre a quien acompañaba:

“Partimos con la intención de llegar a Montevideo, pero como los viajes no eran los de ahora, desembarcamos en Venezuela… como no logramos trabajos no tardamos en regresar a Francia”

No parecen muy sensatas sus ideas de que los vapores llegaban a América pero a cualquier parte, máxime conociendo la ubicación geográfica de Venezuela y Uruguay, pero como nuestro ánimo es de indagar la verdad, en honor de ella debe decirse que Isabel del Valle asegura que doña Berta negaba conocer Montevideo, cosa que se contradice abiertamente con lo que declaró en otros momentos. La propia RADIOLANDIA, en ocasión de su muerte acaecida el 7 de julio de 1943 expresó: “Vino al Río de la Plata, primero a Montevideo, luego a Buenos Aires”. Y en ESTAMPAS DE GARDEL de Zaffaroni y Pucciano, una publicación que suscribe la teoría de Gardel Francés, dice en su página 5:
“…traía por objeto radicarse y trabajar. Así lo hizo. Montevideo, luego Tacuarembó, después Buenos Aires, la capital de la República hermana”.

Volviendo al reportaje de RADIOLANDIA, surgen dudas mucho más importantes hora, extraídas de pasajes que reproducimos:

“Carlitos era un vagabundo de chico, no quería estudiar, andaba todo el día en la calle. A los 12 años me dijo que tenía un programa y me pidió la llave de la puerta. Una tarde salió de casa y no volvió por varios días… vi un gran carro: sentado en el pescante estaba mi Carlitos con un aspecto impresionante…” “Carlitos no sabía hablar francés cuando chico y yo no podía retarlo porque como hablaba muy poco el castellano, si lo retaba en francés mi hijito se reía… cuando terminó sexto grado no quiso estudiar más. Entonces lo coloqué en los más diversos oficios: estuvo un tiempo en una cartonería… después estuvo de tipógrafo, lo coloqué en una joyería…”

“Cuando Carlitos tenía 14 años – escribe el periodista – dijo haber hallado un empleo de tipógrafo en Montevideo… y le dio un largo beso para una separación que duró seis largos años” (sobre este hecho, dijo Defino a LA MAÑANA (11.8.35): “llegó a Buenos Aires a los 26 meses y estuvo hasta los 14 años escapándose del colegio en que estaba recluido regresando a los 19 años”).

El total de las declaraciones ambienta flagrantes contradicciones, muy difíciles de explicar si además se las confronta con otros aspectos del reportaje. En efecto, doña Berta exhibió en esa oportunidad dos diplomas que pertenecían a Gardel. En el primero, el Consejo Nacional de Enseñanza le otorgaba la clasificación de “Distinguido” al finalizar el primer año; en el segundo, el Colegio San Estanislao, al concluir sexto grado – ello acontecía según el diploma en 1904, cuando el niño tenía 14 años ya que había nacido en 1890 – le calificaba con 10 puntos en todas las materias, incluyendo francés y ortografía.

Resulta muy extraño que un niño que “era un vagabundo de chico y no quería estudiar”, haya tenido calificaciones tan brillantes. Y eso se vuelve más curioso aún si se lee la correspondencia escrita de Gardel donde se observan gruesos errores ortográficos, tales como “hay” por “ahí”; “voz” por “vos”, “hasi”, “demaciado” etc. Todo lo que hace difícil compaginarlo con los 10 puntos en idioma español.
Tampoco está muy claro que no supiera hablar francés un niño que según los datos de la Gardes, vivió los primeros 26 meses de su vida en Francia y que cuando se radica en Argentina, debe conversar con una madre que confiesa hablar mal el español. Y pensemos que a Gardel se le hace difícil reprocharle mal oído… y que a su vez tenía 10 puntos en francés (?), si es que era Gardel…

Por allí se empieza a hilar la posibilidad de un Charles Romuald nacido en Toulouse, excelente escolar, 10 puntos en francés y un Carlitos vagabundo y callejero que no quería estudiar según la propia Berta afirma.

Pero aún restan cosas difíciles de digerir. Suponiendo que ambos sean una misma persona nacida en 1890 y con 14 años en 1904, ¿Cómo se explica que a esa mismísima edad fugue a Montevideo y se le atribuya en un imposible e inubicable lapso, haber sido cartonero, tipógrafo y joyero, con la inclusión todavía, según cuenta doña Berta, de que le regaló un anillo confeccionado por él, lo cual demostraría cierta permanencia en dicho oficio?

Es más, aumentando esta duda, Esteban Capot, el inseparable amigo de la infancia de quien ya hemos hablado, le formula al distinguido periodista Aníbal Pedrido (revista PLATEA, julio 1960) declaraciones en las cuales asegura refiriéndose a la cartonería: “…durante dos años estuvo sentado cerca de la administración” todo converge a reafirmar la certeza de que se está violentando decididamente la verdad máxime que
la vuelta de tuerca de su negativa a haber vivido en Uruguay, luego de afirmarlo reiteradamente, se produce luego de los comentarios que se generaron a raíz de la aparición del testamento.

4. Charles Romuald en el disparador

Recientemente se anunció con bombos y platillos la “verdad” sobre Gardel., al exhibirse un acta de nacimiento de Charles Romuald nacido en Toulouse en diciembre de 1890, apareció en un baúl que estaba cerrado desde largo tiempo atrás. Admitimos que el hecho sea novedoso para quien no conozca los pormenores del caso, pero a simple título informativo se aclara que exactamente el mismo documento fue publicado por Erasmo Silva Cabrera, en la página 45 de su publicación GARDEL ORIENTAL y en la cual el infatigable investigador gardeliano – verdadero pionero en esta materia – dilucidó claramente esta situación.

Efectivamente Charles R. nació el 11 de diciembre de 1890, según consta en dicha acta, siendo las dos de la mañana, en el hospital de la Grave, 78 rue Reclusane, Toulouse, actuando como partera Jenny Bazin. Su madre se declara allí, Berthe Gardes, soltera, 25 años, hija de Jean Gardes y Hélène Cinegonde Camares, y domiciliada en 4 rue Cannon d’Arcole.

En febrero de 1893 emigra con destino a la Argentina y la Dirección Nacional de Migraciones registra de esta manera su arribo que se produjo a bordo de la nave “Don Pedro” que partiera del puerto de Burdeos:

Nº 121 – Berthe Gardes, viuda, 27 años, planchadora, religión católica.
Nº 122 – Charles (no dice Romuald) dos años.

Volviendo al reportaje de RADIOLANDIA doña Berta expresa de vuelta a Buenos Aires en 1893, dio a cuidar a su hijo a doña Rosa C. de Franchini, pero – siempre hay un pero – queriendo dar por sentado que su hijo era Gardel.


La afirmación da pie a una doble observación. Por una parte “doña Rosa” – muchas veces mencionada en la correspondencia de la Gardes – no tendría el apellido asignado por la Gardes (acaso otro modo de borrar pistas), sino que se llamaría Rosa Carol de Vacca. En segundo lugar, no habría cuidado jamás al cantor. Asegura ello Isabel del Valle, quien tenía sobrados motivos para conocer a fondo el problema, ya que semanalmente acompañaba a dona Berta a una pensión de Almagro – no recuerda la calle – donde, en habitaciones separadas, residían dos amigas de aquélla: la Vacca como la llamaba Isabel y Anais Beaux, sobre quien volveremos más adelante.

Todo el tiempo que Isabel convivió con la Gardes, jamás oyó nada similar a que esta señora hubiera estado al cuidado de Carlitos, y experimentó indisimulada sorpresa cuando se le preguntó sobre este punto.

Hay entonces fundados motivos para suponer que quien fue dado al cuidado de doña Rosa fue Charles y no Carlos y sólo la necesidad de hallar razones para justificar la identidad de ambos, habría inducido a formular esta declaración.

Por otra parte, y pensando en la identidad de ambos niños, la ya mencionada revista PLATEA exhibe una ficha de matriculación de “Carlos Gardes” en los años 1901 y 1902 en el Colegio San Carlos.

Y también aparece aquí un cangrejo debajo de la piedra, ya que en ambas matrículas aparece en blanco no sólo el nombre del padre – era lógico – sino el lugar donde dice “Nacido en…”, lo cual marca un imposible ya que ninguna madre ignora dónde nació su hijo.

Las indagaciones llevadas a cabo por el periodista Avlis, con quien discrepamos en su conducta de soslayar todo aquello que ponga en duda sus tesituras pero a quien no se puede negar (más allá de algunas declaraciones de muy improbable verificación) el valor del hallazgo de aspectos totalmente desconocidos de la vida de Gardel, vendrían a demostrar que Berta Gardes ya en la década del ’80, y en busca de trabajo en la compañía Francesa del Oro en Uruguay – Minas de Corrales y Cuñapirú – llegó por primera vez a este país a trabajar con su compatriota el ingeniero Víctor d’Olivier, nombre indirectamente vinculado a Gardel, por haber construido en Tacuarembó el Teatro Escayola y siendo que se atribuye al coronel Carlos Escayola ser el oculto padre del artista.

Siguiendo con Berta, el azar determinó que cambiara de profesión habiendo trabajado de planchadora en una estancia y también en el cabaret “La Rosada” de aquellos pagos.

Hacia 1882 u ’84, Escayola le daría un hijo natural suyo (que en la hipótesis es Carlos Gardel), dinero mediante, pero tiempo después, y al quedar embarazada Berta por el hijo del dueño de la estancia y conociendo la intención de que le arrebatarían el niño al nacer, emigra a Montevideo, instalándose en un conventillo del barrio sur sonde deja a Carlitos al cuidado de su amiga y compatriota Anais Beaux, regresando a su ciudad natal. Testimonios estos que pertenecen a la Sra. Juana Gil de Daneri, esposa del dueño del diario LA DEMOCRACIA, a quien Berta habría narrado lo sucedido.

Este hecho daría cabal explicación al espacio en blanco de “Nacido en…” Si el alumno hubiera sido realmente Gardel no hubiera habido inconveniente en poner “Toulouse”, si es que él y Charles eran una misma persona, pues no habría interés en ocultar nada.

La negativa a indica el lugar expresa dos posibilidades, o bien se trataba de Charles y se buscaba preservar el secreto de su identidad por lo que relatara la Sra. Daneri – y por idéntica razón se lo daba a cuidar a la Sra. Carol de Vacca – o si en verdad era Gardel (lo cual parece poco probable por la edad), el hecho de desconocer realmente el lugar de nacimiento verificaba que no se trataba del niño nacido en Francia.

Como anécdota al margen, cuenta Isabel que la francesa era muy interesada en el dinero y que con frecuencia movía simultáneamente el índice y el pulgar, diciéndole ahora sí a Gardel:

“Charlot apportez les sous, apportez les sous!...”

También en forma melosa, lograba a veces su objetivo llamándole “Carlitos”. Acotemos que a Gardel se le llamaba realmente “el francesito” lo cual no es de extrañar dado el origen de la Gardes, y por la misma razón no sorprende que le dijera “Charlot”. Pero si es muy significativo que prevaleciera finalmente “Carlitos”, ya que en materia de apelativos se busca siempre el sesgo más diferenciado, como sería “Charlot”.

Imponer “Carlos” significó para Gardel afirmar con la versión castellana, una identidad que la presencia del otro obstruía. Las conocidas depresiones anímicas que sufría, contrastando con el rostro alegre que exhibía públicamente, trasuntan seguramente ese problema de infancia que obviamente dejó honda huella en su vida. Al ahondar en el perfil sicológico del cantor, se hará referencia a ello.

Todo lo que antecede suscitó serias dudas sobre la legitimidad de la relación entre Berthe Gardes y el cantor. En el libro EL TANGO Y SU REBELDÍA, dice Andrés Chinarro:

Pepe Guerriero, flautista de guardia vieja, me señaló hace muchos años con carácter de secreto, que doña Berta no era la madre de Gardel, sino su madre adoptiva. Siendo así la verdadera no apareció nunca.

También en GENTE (julio 1965), Hugo del Carril manifiesta: “Es un raro paralelo con Gardel, ¿se dio cuenta? A él lo crió esa mujer francesa que tampoco era su madre”

Y en un documento firmado de puño y letra por Julio de Caro en un papel que luce su nombre en el membrete y que fuera publicado en el libro ALEGATO POR LA VERDAD del periodista Avlis, en vida del famoso músico, asevera haber sido testigo de un comentario de un ex patrón de Gardel, el Dr. Pedro Baldassarre, a quien Gardel conducía en una volanta, y que decía así:

“Para la señora Berta, Carlos es su hijo legítimo, para nosotros no”.

Y nótese que ninguno de los tres calificados testigos es de procedencia uruguaya.

5. Entre tres fuegos

Ya en otro orden de cosas, el 13 de julio de 1930 – se disputaba entonces el Campeonato Mundial de Fútbol en Montevideo – Segundo Bresciano, cronista del diario IMPARCIAL pregunta al cantor su nacionalidad y éste responde (según Besciano)

“Mire, a mi no me conviene que publique que nací en Tacuarembó, pero haga lo que quiera; eso si, no diga que yo se lo dije”

Y así lo hace Bresciano que encabeza de este modo, y con grandes titulares, su reportaje:

“GARDEL ES URUGUAYO – NACIDO EN TACUAREMBÓ”

Amenas y originales declaraciones para IMPARCIAL.

No puede probarse que Gardel haya dicho la frase que le atribuyó después el periodista, pero parece muy poco probable que se atreviera a falsear de ese modo la verdad, corriendo el riesgo de ser desmentido.
Pero además años más tarde, ya muerto Gardel y prologando una “Selección de canciones”, que publicaba con el Nº 2 la revista CANCIONERA el mismo Bresciano, al conmemorarse el primer año de su muerte reitera:

“… me dijo con toda sencillez que era uruguayo y nacido en Tacuarembó…”

Tal reafirmación, hecha seis años después, en una modesta publicación de mínima difusión, le da un tinte de sinceridad a lo declarado, y más allá de reconocer que los testimonios de Gardel podían variar según las circunstancias. La convicción de su nacionalidad oriental, vendría por la reiteración del hecho, como seguiremos viendo.

Hacia 1931 y resonando aún los ecos de las disputas agrias que generó en el Río de la Plata el Campeonato mencionado, ya que a tal grado llegó el encono entre los hermanos platenses, Raúl Miño, también de CANCIONERA le repite la consabida pregunta, y responde Gardel:

“…Puede decir que mi país es Argentina; yo soy Rioplatense”.

Como nadie puede dudar que su patria de adopción era Argentina, y por ser éste el país que lo catapultó a la fama, era también su patria artística, puede decirse que si en verdad había nacido en Uruguay como todo hace suponer, la respuesta era correcta: rioplatense.
Siguiendo el orden cronológico, en octubre 193, cuando visita por última vez Uruguay, dice a LA TRIBUNA POPULAR:

“Nací en Tacuarembó, lo que por otra parte, por sabido es ocioso aclarar”

Finalmente, el 25 de octubre de 1933, EL TELÉGRAFO de Paysandú reproduce esta respuesta de Gardel:

“…un artista, un hombre de ciencia, no tiene nacionalidad. Un cantor, tampoco. Pero ya que insiste, uruguayo, nacido en Tacuarembó”.

En los mencionados libros de Silva Cabrera, abundan testimonios del más diverso tipo – muchos de ellos registrados en cinta magnetofónica – que coinciden en afirmar su origen uruguayo. Pero tratándose en general de ciudadanos uruguayos en su mayoría, es aceptable admitir una cuota de subjetivismo, y aún cuando deba reconocerse que se dan una serie de coincidencias difíciles de combinar, si lo declarado no se ajustara a la verdad. Nos estamos refiriendo a declaraciones que tienen un innegable tinte de sinceridad y no a algunas afirmaciones que hace el distinguido periodista uruguayo, que están muy lejos de ser confirmadas.

Dignas de tenerse en cuenta, son asimismo las declaraciones que hizo el Maestro Julio de Caro, en la película argentina “Crónica de un día triste”, de Raggi y Bortnovsky. Allí dice más o menos textualmente:

“Gardel actuaba como uruguayo, se sentía uruguayo, y cada vez que podía se escapaba para allá”

Pero la objetividad exige presentar la otra cara de la medalla, que no es por cierto el testamento, el cual desde nuestro punto de vista y por lo expuesto, no merece tenerse en cuenta.

Sin perjuicio de que fuera víctima de un engaño orquestado por las razones que se adujeron en su oportunidad – y del mismo modo que faltaba a la verdad cuando le decían “que le llevaba veinte años”- Isabel del Valle asegura que Gardel le decía ser francés, recordando por ejemplo, que vuelto de Francia “estaba orgulloso de las defensas militares de su patria en caso de guerra”. Asimismo “la emoción que le provocó conocer a su abuela” etc.

También un conocido hombre de letras uruguayo, el profesor Pitalluga Vidal, asegura que en una reunión realizada en París, él mencionó: “Aquí estamos los treinta y tres orientales” y aclarando Gardel “Yo soy francés”. Como siempre aquí la duda cabe más en lo que concierne a lo dicho por el propio artista, embretado siempre en la encrucijada de su juego con la verdad, que en la intachabilidad inobjetable del declarante.

6. Concluyendo

En esta red de contradicciones que terminan conformando un laberinto, alcanzar la verdad absoluta es hoy una utopía, y queda sólo el camino de las hipótesis razonables.

En lo referente a Berta Gardes, las señaladas ambigüedades en que incurrió, permiten inferir sin ninguna duda, que en lo concerniente a su presunto hijo Carlos, había un ocultamiento muy importante vinculado aparentemente con la presencia del otro hijo Charles Romuald. Sólo las razones del enorme parecido con el cantor nos inclinan a pensar que era realmente su hijo, ya que todo el resto de la documentación. O sea, testamento más declaraciones, parecen carecer de valor.

El problema de la edad tiene puntos de apoyo sólidos. Contrastando con lo declarado a Mariani Martino, Sofovich, prensa argentina y uruguaya, etc. la documentación que lo da como nacido en 1887 parece responder evidentemente a un deseo de quitarse años, propio de todo artista. En este contexto, la fecha de 1890 resulta totalmente increíble.
Recuérdese que muerto inesperadamente en la tarde del 24 de junio, con un parte policial que le adjudicaba 48 años, y con una rapidez tal que elimina la sospecha de una “conjura premeditada” la prensa de ambas márgenes adujo inmediatamente que “se quitaba años”. Cuando apareció posteriormente el famoso testamento, y resultaba que “se agregaba años” (!), la investigación de la realidad se volvió casi un deber: como ya hemos dicho, su nacimiento se produjo casi seguramente antes de promediar la década del ’80.

Referido a la nacionalidad, y más allá de las veces que se contradijo, existe una cierta continuidad en sus declaraciones a la prensa – y que por tal tomaban estado público – que lo daban como uruguayo.

Hijo o hijastro de la francesa, es natural que en sus contradicciones tomara a veces el sesgo de decirse “francés”, con lo cual, y siguiendo a Canal Feijóo ya mencionado, eliminaba las discordias rioplatenses y además, y ello es lo más importante, legitimaba de algún modo su origen bastardo y podía exhibir una madre.

Los presuntos temores a ser desertor, en los cuales algunos hicieron caudal, se destruyen más aún, cuando en la propia Francia, y frente a treinta y dos personas declara “ser francés” lo cual implicaría meter la cabeza por la boca del león, si es que el temor realmente hubiera existido.

Los argumentos esgrimidos sobre su “francesismo” se basan sobre todo en su llamado “testamento”, lo cual permite desechar de pleno la tesis, y su nacimiento posible en Argentina nunca se ha planteado seriamente. Por ello reafirmamos algo ya expresado: creyendo por lo antes expuesto que nació en el Uruguay pero habiendo adquirido toda su fama en la Argentina, tuvo una única patria y fue el Río de la Plata.

El vacío existente en la vida de Gardel entre su nacimiento y 1910, obligó a este largo preámbulo. Pero de todos modos, el planteamiento de una cronología de su vida, obliga de algún modo en relación con lo expuesto a exhibir una doble vertiente en lo que concierne a esta etapa.

Por una parte la versión tradicional que acepta como real el testamento y todas las declaraciones de quienes pretendieron afirmar su validez, y muy particularmente Berta Gardes y Armando Defino. Por otra parte la versión revisionista, que surge al amparo de las dudas que el citado documento motivó. Esa será la tarea inmediata.

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